Atlético Tucumán planteó un partido, donde el objetivo fue forzar a los errores del conjunto local. Jugó un primer tiempo aceptable, sin controlar el partido y con apenas una situación de peligro.
Boca, por su parte, tuvo la pelota y generó la situaciones con mucho más empuje que es fútbol. Pero le bastó para ganar un partido complicado ante el líder.
A los 16 del PT, llegaría el balde de agua fría en la Bombonera. Por la izquierda y aprovechando la espalda de Advíncula, Orihuela colocaría un centro que Lotti, salido de las inferiores Xeneizes, aprovecharía para anotar de cabeza el gol visitante.
A partir de ahí, el local sería puro nerviosismo dentro de la cancha y en las tribunas. Sin situaciones de peligro y dependiente de las individualidades, hicieron que el trabajo de los dirigidos por Lucas Pussineri fuera mucho más sencillo. Así se irían los primeros 45 minutos, Boca al que se le exigía ganar y un visitante tranquilo sin esforzarse.
El segundo tiempo continuaría con el mismo desarrollo. A pesar del prematuro ingreso de Benedetto, el Xeneize solo se aventuraba a jugar por los costados y tirar centros, todos imprecisos, al doble nueve que estaba en cancha.
Cuando todo indicada otra derrota como local, llegarían los 10 minutos fatales del visitante y gloriosos de Boca. La fórmula la conocida con Villa y Fabra por la izquierda, para que el lateral colocar un centro a la cabeza de Langoni, que vencería a Lampe y podría el empate parcial.
Envalentonados con el empate y el apoyo de los hinchas fueron a buscar la victoria que llegaría a los 87 minutos. Tras un tiro de esquina, la pelota quedaría en la pierna de Langoni que con un derechazo marcaría su doblete y la victoria Xeneize.
En los minutos finales quedaría solo tiempo para la polémica del partido. Una falta de Zambrano, una revisada por el VAR y Espinoza, que debería haber sido sancionado para el visitante y la expulsión del central peruano.
Boca ganó sin sobrarle nada, quedando a 6 puntos de los tucumanos y metiéndose en la pelea del torneo. De la bronca y la impotencia a la locura y la alegría del hincha.
Un solo mensaje: se viene el clásico y contra River cueste lo que cueste.